Las 10 mejores estrategias para cambiar de hábitos 

A diferencia de lo que se suele pensar, cualquier día del año es un buen momento para comenzar a cambiar de hábitos. Realmente no necesitamos esperar un día en concreto, como puede ser un lunes, o un mes de nuevos inicios como la vuelta de septiembre, o el año nuevo en enero. Si bien estos momentos son especiales y nos generan la motivación necesaria para empezar, la verdadera dificultad no está en ese empujón inicial, sino en conseguir mantenernos y no abandonar. A lo mejor ese chute de energía puede funcionar durante un tiempo, pero cuando no tenemos muy claro hacia dónde vamos, o tenemos el foco puesto en el lugar equivocado, ese estímulo se puede ir debilitando poco a poco. 

Por eso, en este artículo, te traemos las 10 claves o estrategias que debes seguir para cambiar o iniciar un hábito y no morir en el intento. Si estás preparad@ para iniciar, ¡sigue leyendo! 

  

Cambiar de hábitos, ¡es muy fácil! 

Lo primero que tenemos que hacer es reflexionar sobre cuál es el verdadero motivo por el que queremos empezar, ya que esto será el motor que nos permitirá ser constantes. Por ejemplo, si queremos hacer un cambio de alimentación y actividad física para reducir el dolor en las rodillas generado por el peso, esto será lo que nos mueva a ser firmes en nuestra decisión.  

A continuación, las 10 estrategias para cambiar hábitos y no abandonarlos: 

 

  1. Iniciar con una mini meta al día, semana o mes, según el nivel de dificultad. 

Uno de los errores más comunes, es dejarse llevar y querer abarcar un gran cambio desde el primer momento. El riesgo que implica es no poder mantenernos a ese ritmo, ya que como hemos comentado anteriormente, la motivación puede desaparecer antes de que el hábito esté bien instaurado. Cuando nos saturamos, llega la culpa y frustración, y muy probablemente el abandono. Para evitar esto, lo ideal es comenzar con pequeños logros, mejor aún si son aquellos que nos parecen sencillos. 

  

Utilizando el mismo ejemplo de comer mejor y ejercitarnos por los dolores de rodillas, no sería fácil ni sostenible modificar la dieta radicalmente. Por el contrario, con aumentar una pieza más de fruta al día durante un par de semanas, sustituir el zumo por agua en las comidas, o dar un paseo de 15 minutos al día, son pequeños pasos por los que podemos comenzar, y una vez estemos más cómodos con este nuevo hábito, procedemos a dar otro más, como incorporar la verdura en comida o cena, o una sesión con gomas elásticas, y así sucesivamente hasta ir completando todas las mini metas planteadas. Cuando realizamos una pequeña tarea durante un tiempo prudente, esta se normaliza y se convierte en una costumbre. 

  

2. Transformar la mentalidad de “todo o nada”. 

Una estrategia muy importante es practicar la flexibilidad. Cuando actuamos de manera restrictiva, aumenta la ansiedad por aquello que nos prohibimos. Además, no permite que disfrutemos de nuestro día a día, ya que vemos la transición como una obligación, y no como una elección. Un ejemplo concreto de esto es el famoso cheat meal. Consiste en ser estrictos de lunes a viernes, y el fin de semana comer todo lo insano que queramos. Esto, aunque parezca ser útil al principio, impide que haya una buena relación con la comida saludable. La atención se centra en el momento de libertad, rindiéndonos con facilidad al percatarnos de que, pasado un tiempo, no se logró mantener dicha rigidez. 

  

Con el ejercicio físico puede suceder lo mismo, nos apuntamos al gimnasio y las dos primeras semanas acudimos diariamente, sin excepción. Más adelante, al ver que no podemos darlo todo, nos decepcionamos y dejamos de ir por completo. 

¿No te parece mejor arrancar con un día o dos a la semana, y aumentar progresivamente, pero mantenerte activo o activa durante todo el año? 

  

 3. ¡No te compares! Cada persona tiene su ritmo para cambiar hábitos 

Si vamos a fijarnos en otra persona, que sea para inspirarnos a ser mejores cada día. Todos los procesos son diferentes y cada uno parte desde su propia realidad. Si un familiar, compañero o conocido logra su meta más rápido que nosotros, no significa que no vayamos a conseguirlo, sino que nos hace falta más tiempo o constancia. Quizás también podamos percibir que a los demás se les hace más fácil, lo cual nos produce un poco de confusión, pero lo cierto es que no podemos saber cuál es la realidad de lo que vive esa persona, y lo mejor es confiar en nuestro proceso, y sobre todo, en nosotros mismos. 

  

4. Sentirse orgulloso de cada logro a corto plazo. 

Aunque nos parezca que la meta sigue estando un poco lejos, celebrar los pequeños logros nos ayudará a mantenernos a flote. Es importante no subestimar aquello que hemos conseguido hasta ahora, ya que solo nosotros sabemos lo que nos ha costado llegar hasta allí. 

 

Supongamos que hemos reducido el consumo de refrescos a una vez a la semana, cuando anteriormente lo tomábamos varias veces al día. Quizás nuestra intención es lograr disminuirlo a cero, pero ese gran paso que hemos dado es importante para nuestro progreso. Son “escalones” que vamos subiendo en dirección a optimizar nuestra salud. La mejor recompensa, es la satisfacción de aportar ese granito de arena a nuestro bienestar. 

  

5. No lo hagas por una ocasión especial o temporada del año. 

Si te vas a casar, tienes la boda de alguien importante o quizás deseas el cambio para la llegada del verano… puede aparecer la presión de darle un vuelco a nuestras conductas. El problema en sí no está en tomar la decisión de mejorar, sino en convertirlo en algo temporal, hasta que llegue el gran día o cambie la estación del año. 

 

Debemos comprender que, llegado el momento esperado, lo interesante es continuar de manera natural como un estilo de vida. Si desde el inicio nos concienciamos sobre esto, el cambio será mucho más resistente a largo plazo. De aquí surge la importancia de cuidar que el camino sea lo más grato posible, para que la mejora de hábitos sea realmente sostenible en el tiempo. 

  

  

6. Planear alternativas para cuando se compliquen las cosas. 

La vida no es lineal y no siempre tenemos las condiciones perfectas para mantener el equilibrio. Así que, tener un plan B no es mala idea para cuando esto ocurra. Imaginemos que la mini meta de la semana es tomar 8 vasos de agua cada día, pero un día nos damos cuenta de que no lo hemos cumplido. En este caso podemos cambiarlo por 3 series de 10 sentadillas. Como explicamos anteriormente, cada “escalón” que ascendemos nos acerca a nuestro bienestar, y lo importante no es llevar un plan a rajatabla, sino poder ser flexibles con nuestra acción saludable del día. Gracias a esto, nos sentiremos mucho más involucrados y dispuestos a avanzar. 

  

7. Escribir los progresos alcanzados. 

Los primeros que tenemos que estar orgullosos de lo conseguido somos nosotros mismos. Es por ello que nos vendrá bien escribir nuestra historia, como una especie de diario, con aquello que queramos recordar, incluso los altibajos que hemos atravesado y, eventualmente, releerlo. Este refuerzo positivo nos ayudará a ser más conscientes de lo que somos capaces y a mantener esa confianza. 

  

8. Entender que fallar no es fracasar. 

Todo traspié no es más que una oportunidad para mejorar. Muchas veces no superamos nuestras propias expectativas y esto puede generar un conflicto interno saboteador. Lo principal es reajustar dichas expectativas y sobre todo organizarse de manera diferente, ya que, para ver resultados distintos, debemos también actuar de manera distinta. Para ello, recapacitar sobre cuáles fueron nuestras debilidades y encontrar la alternativa en cada una de ellas, es una manera amable de reconducirnos hacia el cambio. 

  

9. Buscar apoyo y fomento en un ser querido. 

Puede ser un amigo, pareja o familiar o incluso en un grupo. Cuando las cosas se hacen en equipo, el compromiso es mucho más elevado y ese respaldo mutuo o colectivo nos ayudará en los momentos difíciles o de desaliento. Somos seres sociales y cualquier actividad que hagamos en conjunto, será mucho más atractiva, amena y posiblemente también duradera. 

  

10. Tomarse un respiro cada cierto tiempo para  sopesar y descansar. 

Ningún nuevo hábito se estropea por hacer una pausa. Por el contrario, nos ayudará a romper un poco la disciplina, relajarnos y valorar cómo nos sentimos. Puede ser que en un viaje de vacaciones no podamos mantener la rutina de siempre y, para nuestra sorpresa, que en pocos días queramos volver a ella, dándonos cuenta de que tenemos una nueva zona de confort. Esta es una muy buena señal y en ese momento, podemos darle la bienvenida a nuestro nuevo estilo de vida. 

  

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